Establecer una relación armoniosa con hijos adolescentes puede ser una tarea difícil. Comportamientos y actitudes como rebeldía, irritabilidad y aislamiento pueden desconcertar y desanimar a sus padres, quienes ante el notable malestar de sus hijos se sienten sobrepasados.
La adolescencia es una etapa de transformación obligatoria y necesaria, en donde el niño deja de ser niño y se abre camino hacia el mundo del adulto. Este es un proceso que requiere tiempo, suele ser doloroso y está llena de cambios, incertidumbre, nuevas experiencias, contradicciones y pérdidas.
Como padres, es normal preocuparnos. Lo importante es saber identificar cuándo estas conductas requieren atención profesional.
A continuación, te compartimos información y consejos prácticos desde la mirada de Juan David Nasio, psiquiatra y psicoanalista, quien nos lleva en un pequeño viaje al mundo de la adolescencia. A sentir la vivencia interna del adolescente en su proceso de transformación obligatoria y necesaria hacia la adultez. Para que podamos entenderla y así, relacionarnos de mejor manera con nuestros hijos.
¿A qué se debe el comportamiento irritable y susceptible de mi hijo adolescente?
En gran medida se debe a la fragilidad con que ellos perciben a su propio ser en construcción.
El adolescente se encuentra en el proceso de construcción de su identidad. La imagen que el joven tiene de sí mismo, al igual que la imagen que los padres, maestros, compañeros, tienen de él es lo más preciado para un adolescente. Ante esto, nuestros hijos desarrollan una sobrestima exagerada y una irritabilidad igual de exagerada ante cualquier ofensa como forma de protección a su yo en desarrollo. De aquí que, el mayor miedo de un adolescente es quedar expuesto a la humillación.
¿Qué puedo hacer, como padre, al momento de corregir a mi hijo adolescente para no dañar su susceptibilidad?
Distinguir a la persona de sus actos. Cuando regaña a un hijo adolescente, él o ella necesitan escuchar de usted que, a pesar del error o conducta inadecuada, usted no ha perdido la confianza en ellos y que sigue creyendo que pueden ser mucho mejor de lo que son ahora. En otras palabras, se condena el comportamiento inadecuado y no a la totalidad del ser del adolescente.
Sea positivo: no presagie nunca un fracaso de su hijo. Para incitar a cumplir una exigencia escolar, por ejemplo, no lo asuste anunciándole un fracaso si no estudia. No es la amenaza lo que va a estimularlo, ya que el adolescente no sabe anticipar los problemas y evitarlos. Solo vive en el presente y, en lugar de sentirse motivado, solo escuchará su falta de confianza en él.
No comparar: cuando usted rete a un adolescente nunca lo compare con un hermano o compañero que tiene un comportamiento ejemplar. En lugar de animarlo a actuar diferente lo desalienta y lo humilla.
Dar soluciones concretas: Ayude a su hijo a definir bien una problemática para buscar soluciones específicas frente a esa adversidad. Esto puede aliviarle grandes cantidades de angustia.
Mostrar interés sin ser invasivo: Con el adolescente, el padre o la madre deben aprender a estar atentos sin mostrarse invasivos. Estar pendiente de sus salidas, sus amigos, sus actividades, pero sin violar su privacidad. A mantener la distancia, pero estar presente.
Cuando su hijo se muestre molesto o triste, acérquese mencionándole lo que usted percibe de él o ella: “veo que hoy estás triste, siento que estás molesto”. Si el adolescente se niega a hablar con usted, no insista en una respuesta. Muchas veces los jóvenes no saben lo que sienten, no pueden expresar el porqué de su estado de ánimo, mismo que suele ser cambiante. Sólo dígale: veo que estás (molesto o triste). Lamento mucho que estés así y si quieres hablar de eso, aquí estoy.
De esta manera usted le expresa que está pendiente de él o ella, pero brindándole la libertad para compartirlo, sin presiones. El adolescente sabrá qué es importante para sus padres y lo hará sentir mejor consigo mismo.
¿A qué se debe los actos de rebeldía de mi hijo adolescente y cuándo acudir a un profesional?
Las conductas como tristeza, impulsividad, agresividad, aislamiento, rebeldía, apatía, desinterés, etc., suelen ser expresiones de un sufrimiento interno en el adolescente.
¿De qué se trata este sufrimiento?
Diremos que es un sufrimiento de duelo.
¿Duelo de qué?
Duelo del mundo infantil.
El joven adolescente, lenta y dolorosamente, abandona el mundo infantil, se da cuenta que ya no es un niño. Su cuerpo se transforma, sus intereses cambian y su manera de ver el mundo se vuelve más realista. La relación con sus padres, aunque en la infancia haya sido alegre y cercana, se deteriora. Los padres caen del altar en que los niños los tenían y en cambio encuentran nuevos ídolos en figuras famosas, maestros, amigos, tíos, etc.
El joven siente que pierde al niño que un día fue y al mismo tiempo pierde a la figura que eran sus padres en la infancia.
La hiper-susceptibilidad y el duelo del mundo infantil son parte del sufrimiento inherente a la adolescencia, la cual tiende a manifestarse en los comportamientos impulsivos del joven, quien expresa su malestar en acciones y no en palabras: “El adolescente no siempre sabe hablar de lo que siente, porque no sabe identificar bien lo que siente”. Los comportamientos impulsivos y hasta peligrosos de algunos jóvenes son la expresión de un malestar interno que no encuentra palabras para expresarse y se traduce en acciones. Es labor del adulto ponerle palabras a ese malestar del adolescente para disminuir su dolor al sentirse comprendido.
¿Cuándo es necesaria la intervención de un profesional?
Si el comportamiento del adolescente NO es inhabilitante, es decir, el joven mantiene su relación con el mundo de manera estable, cumple con sus obligaciones y realiza actividades que le generen placer sin dañar a otros o a sí mismos. Estamos frente a un adolescente con un sufrimiento interno moderado, el cual tiende a resolverse por sí mismo en el tiempo.
Por otro lado, si se presentan conductas que afectan varios ámbitos de la vida del adolescente, (relación con amigos, maestros, padres, familiares, con la ley, etc.,) de forma repetitiva y que tienden a inhabilitar al joven para continuar con su formación educativa, por ejemplo, en el caso de ser expulsado o que presente problemas con la ley debido a actos vandálicos (robo, daño a la propiedad) o en el caso de actos violentos contra otros y contra sí mismos (cutting, intentos de suicidio), presencia de trastornos alimenticios (anorexia, bulimia), consumo problemático de alcohol u otras drogas o ciberdependencia. Estamos frente a un joven con un sufrimiento intenso, este abatimiento no se resuelve en el proceso de madurez del joven y requiere atención profesional.
Debemos entender que nuestros hijos adolescentes están en una etapa de transformación que marcará un antes y un después. Esta vivencia conlleva un cierto grado de sufrimiento que se manifiesta en conductas y comportamientos. Es nuestro deber, como padres, verificar que el grado de estos comportamientos no inhabiliten al adolescente. Y en caso de hacerlo, buscar la ayuda profesional necesaria.
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